La Cosa Monstra
Presentación
Es un show de una hora aproximadamente en el que el grupo musical “La Cosa Monstra”, valiéndose del más refinado humor negro, cuenta los orígenes de la banda, presenta a cada integrante reseñando sus (poquísimas) virtudes y sus (tremendísimos) defectos y divierte a los pequeños monstruos y sus papás con las tribulaciones que pasan los cinco calamitosos integrantes por intentar colarse al cielo, después de tantos años de penar por el mundo. Ocho canciones (y un
encore) de su primer disco adornan el espectáculo.
¿Cómo empezó todo?
Padre O’Brian: …y así se lee la maldición. Dos puntos (con voz grave y profunda)
“Y ya que se les hizo tan fácil juntar lana como una banda criminal, ahora tendrán que juntar almas como una banda de música. ¿La consigna? Pues que, por cada peso robado, tendrán que entretener a algún niño que, como ustedes, forme
parte del jamón del sándwich entre el cielo y el infierno.
Un peso por cada chamaco fantasma, cada niña bruja, cada vampiro de preescolar, cada duende y cada enano... Hasta reunir la suma robada... o hasta que el mundo se vuelva cuadrado por culpa del calentamiento global, lo que ocurra primero. Fin de la maldición. (Permiso segob en trámite).
Ahí me vine a enterar que existen. Que todos esos espantajos de los disfraces de Halloween existen, que los hay hasta de talla chica, que se aburren bastante y que, para rematar, el jefe de jefes les tiene bastante aprecio. (Al fin escuincles, que son sus favoritos). Niños espectrales, niños de ultratumba, niños de miedo y de fábula. Niños como tú, que se beneficiarían, a partir de entonces, de la música de esos cinco malapatas que ya formaban parte de ese mundo infraterreno.
Y pues ahí andan. Los cinco. Tocando para la chamacada espectral, la chamacada monstrosa. Hasta que reúnan el monto robado, que fue un titipuchal. Un titipuchal que voló por los aires y fue a caer a las manos de cuarenta y tres huérfanos que, después, pusieron un casino y se hicieron millonarios. Pero esa es otra historia.
Ahí andan esos cinco. Tocando y tocando hasta no juntar lo robado. A peso el chamaco. A peso el espíritu. Y yo, que soy el que les lleva la cuenta, habré de decirles cuándo parar. Así que, mientras esto no suceda... ¡A pegarle al ritmo, que para eso tenemos la eternidad completa! ¡Música, Maestros! |
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