Nana Morton
Su infancia es un misterio. Lo mismo que su pasado, hasta que empezó a trabajar de directora educativa en el Orfanato Santa Eulogia. Tenía tan buen corazón como mal carácter. No le temblaba la mano para reprender, ni la voz para aterrorizar. Sus gritos de "¡Te aplacas o te aplaco!", que utilizaba indistintamente con cada huérfano, se oían hasta el otro lado del Río Bravo. Excelente cocinera y maestra, hizo verdaderos milagros con los egresados de Santa Eulogia (excepto con las cuatro excepciones que ya conocemos). Tierna y estricta a la vez, con la pura mirada era capaz de persuadir hasta a las víboras de lavarse las manos y los dientes. Hoy canta (y de qué manera) en ultratumba y se encarga de meter en orden a los otros cuatro del grupo, labor nada fácil, nada fácil.
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