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El Cocoles


Le caló el apodo porque de niño era capaz de matar por el último cocol de la cesta. Solo se interesaba por las cosas más terribles. Si había sangre, mejor. Parecía un buen chico, pero en realidad estaba loco de remate. Si se caía un niño por las escaleras y se rompía la cabezota, él lo festejaba (incluso si era él mismo). Le encantaba apachurrar insectos y arrancarse las costras, y a todos lados cargaba una sierra de juguete (¿por qué eso no me hizo sospechar?). Pero hay que decir que tenía un oído prodigioso: abría cualquier cerradura nomás con un clip. Las cajas fuertes... ni se diga. No obstante, su trabajo predilecto era de cirujano sin licencia. Ahora, a Dios gracias, solo toca el piano (espero).



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